Veo muy a menudo la frustración con la que viven muchas mujeres, y es que sienten que no son buenas madres, que no lo hacen bien, que les gritan y que no les dedican suficiente tiempo a sus hijos. Y surge la pregunta… ¿Cómo ser una buena madre? ¿Cómo ser la madre perfecta?
Sé que eres una persona ocupada, por lo que puedes leer este post ahora o escucharlo cuando te vaya mejor en el capítulo 13 del podcast «Camino a Zensei».
¡Madre mía! ¡Qué responsabilidad más grande con la que cargan! Y cuánta frustración les genera. Y es que las mujeres tienen el listón más alto que los hombres y a nivel social el canon de «una buena madre» es mucho más exigente que el de «un buen padre». Se demanda algo prácticamente imposible de alcanzar. No podemos olvidar que muchas mujeres aún siguen llevando gran parte del peso de la casa y de los hijos, y en muchos casos también trabajan fuera y viven con la presión de ser madre trabajadora y no morir en el intento.
No veo este nivel de autoexigencia que tiene una mujer, además de madre, en un hombre. Y no digo que algunos hombres no intenten cada día ser mejores padres y parejas, pero lamentablemente, en este caso, está claro que somos una minoría.
Y voy a hacer una descripción de lo que las mujeres tienen muchas veces como idea, influidas por la educación, las películas y series y ahora sobre todo las redes sociales. Esta imagen poco o nada tiene que ver con la realidad.
¿Qué vas a encontrar?
La imagen idealizada de una buena madre
Una buena madre es aquella que siempre tiene una sonrisa en la boca y siempre está dispuesta a escuchar a sus hijos y a su pareja. Por supuesto nunca pierde la compostura, no se enfada, ni se estresa y acompaña a sus hijos con una paciencia infinita, para que se vistan, aseen y recojan sus juguetes.
Aunque no hagan las cosas a la primera, ella dialoga y les hace entender las cosas, sin berrinches ni enfados. Además siempre tiene buen aspecto, con el pelo perfecto y luciendo radiante. Viste con ropa que le sienta genial y la hace sentir guapa, hasta podríamos decir que sexy.
También tiene la casa impoluta, con un orden exquisito. Vamos, podría salir en una revista como «Casa Viva» o «El Mueble». Es una cocinera estupenda y todo lo que cocina sus hijos se lo comen sin rechistar, incluso reciben muchos halagos, tipo «que bueno está mamá», «¿Podemos repetir?». Y claro, es la mejor en su puesto de trabajo. Sin lugar a dudas, es perfecta.
Releo esta descripción y pareciera que estoy describiendo un personaje de una serie como «Mujeres desesperadas». Lo creas o no, muchas mujeres tienen esta imagen idealizada de ellas como madre y pareja y evidentemente este cliché es difícilmente alcanzable.
Maquillando la realidad para ser la mamá perfecta
Y es que la realidad es bien distinta, pero lo que vemos muchas veces en la televisión, en la redes sociales es una imagen muy distorsionada. Esa famosa, esa influencer de turno, siempre aparece fantástica, radiante, con sus hijos estupendos, guapos, bien vestidos y educados… ¡Y sin liarla!
Pero solo estamos viendo una parte de una realidad. Muchas famosas cuentan con ayuda, estilistas, personas de servicio, canguros… La bloguer de turno, puede mostrar fácilmente solo una parte de su realidad, eliminado del montaje, los berrinches, los gritos o esa parte de su casa que está hecha un desastre. Así luce todo estupendo.
La realidad es fácilmente manipulable, pero la que vivimos nosotros, no tiene cortes, la vemos 100% completo y no podemos descartar escenas.
Las mujeres que miran este tipo de contenido, y no se para a pensar si lo que ve es totalmente cierto, se pone el listón muy alto, se compara con algo que es difícilmente alcanzable y en ese momento conecta con la frustración. Soy una mala madre.
¿Cómo ser una buena madre más auténtica?
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Ni perfecta, ni buena, ni mala: No se trata de ser perfecta, es un concepto abstracto que en realidad no significa nada. Ser buena o mala también es polarizar y que parezca que solo puede haber algo que sea blanco o negro. Nos vamos a quedar con el concepto «Auténtica».
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Autocompasión: Trátate bien. Observa cómo te hablas, porque todos tenemos un diálogo interno que va comentando la jugada. Y es que en muchos casos, nos hablamos a nosotros mismos de una forma muy desconsiderada. Si cosas que te dices no se las dirías a un amiga, entonces deberías revisar este punto y empezar a hablarte mejor. Las palabras son importantes, observa el vocabulario que usas.
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Rodéate de otras madres: La sociedad ha cambiado y cada vez tiramos adelante más en solitario. Antiguamente las familias eran más grandes, compartían casa y se educaba a los hijos entre todos. Hoy en día, vivimos afinados en pisos del tamaño de cajas de cerillas, unos encima de otros y cada uno va por su lado. Es importante el papel de la tribu, donde poder compartir como te sientes, donde poder pedir opinión a otras mujeres que están pasando por cosas parecidas a ti.
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Expresa tus emociones: El hecho de vivir de forma más solitaria ha provocado que tengamos menos espacios para expresar nuestras emociones. Lo no expresado se vuelve un tóxico en nuestro cuerpo y puede generar múltiples problemas de salud físicos y psíquicos. Como los alimentos, las emociones tiene que pasar por una digestión. Es importante que busques expresarte de forma de tranquila y sosegada, de lo contrario se genera una bola que, como una olla a presión, puede llegar a explotar. El hablar con otras personas de cómo te sientes, es una forma de abrir la espita para permitir que se libere presión. Las emociones no expresadas, que quedan atrapadas, puede detonar en problemas futuros. No esperes a que los demás adivinen tus necesidades, sé tú la que encuentre formas de expresarlas de una forma tranquila.
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Pide más implicación a tu pareja: En el caso de que tu pareja no se implique en la crianza o en la casa, reclama su participación, es cosa de dos. De esta forma descargarás presión de tu qué hacer diario y podrás tener más tiempo para ti y así cuidarte más.
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Pide ayuda: A tus familiares, aquellas personas de confianza que en un momento dado te pueden ayudar a descargarte de tareas o que se pueden encargar de los niños por unas horas. No eres una súper heroína, aunque a veces lo parezca, eres de carne y hueso y a veces puedes necesitar ayuda.
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Nútrete: Para cuidar de otros, primero cuida de ti misma. Por lo que podrías buscar cosas que te ayuden a sentirte mejor. Quizá te gusta bailar, pintar, hacer alguna actividad física… Yo personalmente recomiendo la práctica del Seitai porque es una forma de conectar contigo misma, de darle un espacio a tu cuerpo para que encuentre formas de liberar tensión. Además la mirada Seitai te puede ayudar con la crianza, otra forma de entender a tus hijos. Te ayuda a conocerte mejor, y a entender más a las personas que te rodean y es una forma fantástica de regenerar tu cuerpo. También te puedes encontrar con otras mujeres y compartir un espacio nutritivo.
Cuidado a quien Cuida
Llevo tiempo observando la necesidad de crear espacios donde las mamás puedan conectar más consigo mismas y con otras mujeres. Por eso he creado el taller “Cuidado a quien Cuida” un taller de 5 horas donde acompañaré a un pequeño grupo de mujeres y donde crearemos un espacio nutritivo.
Trabajaremos con diferentes dinámicas corporales y artísticas para que puedan ir conectando más con ellas mismas, con su cuerpo, con sus emociones y con sus necesidades. Un espacio donde puedan conectar con la autenticidad y reconocer lo que realmente es, donde sentir el apoyo, la escucha y el acompañamiento de otras mujeres.
¿Y tú te has sentido la presión de ser una madre perfecta? ¿Tienes espacio para expresar tus emociones? ¿Tienes la oportunidad de nutrirte? Comparte con todos tus experiencias.
Aunque nos equivoquemos, aunque nunca seremos perfectos, seguimos avanzando, seguimos creciendo. Somos los mejores madres y padres para nuestros hijos e hijas.
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